II LA EVOLUCIÓN DEL ARTE

Si de algo podemos estar seguros es del constante y continuo cambio de todas las cosas. El cambio puede ser en muchos sentidos, pero
no necesariamente hacia un avance o mejora. Es curioso notar que hasta la naturaleza en su evolución camina siempre hacia una
mayor complejidad. Como no podía ser menos, esta mudanza afecta naturalmente a las actividades culturales. ¿Por qué en el caso de
las Bellas Artes, en las cuales se persigue mejorar, esta evolución parece seguir un camino inverso a la ciencia y a la técnica? ¿Por qué
ese continuo declinar?

Nadie duda del progreso evolutivo dentro de la ciencia hasta conseguir los maravillosos resultados que estamos viendo en la física, en la
astronomía, en la medicina, en la biología, en la informática, en las comunicaciones, etc. –desde Copérnico y Galileo hasta Einstein,
pasando por Newton y Maxwell, todo ha sido una continuada marcha en la acumulación de conocimiento. Podríamos resumir que,
dentro de este proceso evolutivo, cada descubrimiento es consecuencia del anterior, sin rupturas, sin saltos en el vacío. En resumen, la
realidad que contemplamos hoy es el incuestionable progreso de  la ciencia y la tecnología con sus deslumbrantes aportaciones. No así
en el arte.

Pero ¿qué pasa con lo que llamamos arte? ¿A dónde va el arte? Y aquí, por la especial perplejidad que nos provoca este fenómeno me
voy a referir a la ruptura que significaron las vanguardias, con atención especialmente a tres de las bellas artes: la escultura, la pintura
y la música.

Ya sabemos que desde la antigüedad el arte ha pasado por muchas vicisitudes y altibajos. Alcanzada una cima en Grecia en el siglo de
Pericles, desciende, después de milenios, a la oscuridad de la Edad Media para, trabajosa y lentamente, resurgir de nuevo en el
esplendor del Renacimiento.

Hasta tiempos relativamente recientes, el arte en su evolución ha seguido, podríamos decir, las mismas pautas que la ciencia y la
técnica, o sea, un cambio en ese mismo sentido ascendente y de perfeccionamiento. Incluyo los movimientos impresionistas en Francia
en el siglo pasado. Nadie duda de lo que han significado estos movimientos de renovación, de tentativa, de sorpresa, de tensión emotiva
y de expresividad, y que pone de manifiesto que no sólo la habilidad y el buen hacer basta para que el resultado de lo que llamamos
obra de arte nos proporcione emoción. ¿No nos hemos sentido todos conmovidos al contemplar un Cezanne o un Van Gogh?

Son las vanguardias del siglo XX ligadas en gran medida a movimientos políticos de toda índole, especialmente el comunista, en donde
la crisis del arte se agudiza hasta llegar al total desbarajuste con el llamado Arte Contemporáneo.

Es verdad que no todo el mundo está de acuerdo. Si hemos  de hacer caso de la opinión de gentes como André Malraux, ministro de
Cultura de la V República, éste es el momento de la recuperación del gran arte que empezó a desviarse desde el Renacimiento. Nada
menos que cinco siglos de error estético, cuyos primeros culpables son la Roma y la Grecia clásicas.
The only thing that  does not change
is that everything changes